Por Alejandra Matus
En marzo, en Chile, han muerto 800 personas por semana por sobre lo esperado. Esto es, una cantidad 37% por encima del promedio de las muertes ocurridas en el mismo período, en los cuatro años previos a la pandemia. Y la velocidad de los fallecimientos va en aumento.
El 24 de abril de 2020, cuando publiqué el cálculo de exceso de muertes para el mes de marzo de ese año, en comparación con el promedio de años previos (con la ayuda de mi hermano Marcelo Matus y otros académicos de la Universidad de Chile), se habían registrado unos 800 casos en exceso en todo el mes.
El gobierno reaccionó desmintiendo primero y aceptando después que había un subregistro en la contabilidad de decesos por causa de la pandemia. Muchas cosas han pasado desde entonces, pero una se mantiene relativamente igual: la persistente negación del costo en vidas que ha tenido el COVID-19 en Chile.
Tras la salida del ministro Jaime Mañalich a mediados del año pasado, el ministro Paris comenzó a publicar el registro de fallecidos del Departamento de Información y Estadísticas (DEIS), que usa el método recomendado por la OMS e incluye tanto los casos en que el diagnóstico está ratificado por un test PCR positivo, como aquellos otros en que, aunque el test no esté o sea negativo, el deceso coincide con el cuadro clínico que provoca el coronavirus. Pero pronto Paris volvió a la práctica de su antecesor y, hasta hoy, el informe oficial solo anota los fallecidos con PCR positivo. El total de casos que certifica el DEIS se esconde en un cuadro que aparece en el Informe Epidemiológico, que se publica aparte y “se cuelga” en la página del Ministerio, pero no se comparte en las ruedas de prensa cotidianas.
Hasta el 1 de abril, la distancia entre ambos números era de casi 8 mil casos: 31.151 fallecidos por COVID de acuerdo con el DEIS; 23.328, según el reporte diario del Minsal ese día. Curiosamente, el Ministerio cita como fuente de sus informes de prensa al propio DEIS, pero omite decir que la información que entrega es parcial.
En cualquier caso, esta forma de reportar perdió su capacidad de opacar la realidad, pues aún considerando solo la estadística que prefiere el gobierno de Chile, el resultado es desastroso.
Nueve investigadores de la Universidad de Oxford, especialistas en demografía, salud pública, epidemiología y sociología, hicieron público recientemente la versión preliminar de su estudio sobre “Retrocesos en los recientes avances en la esperanza de vida debido a la Pandemia de Covid-19”. Este revela que, en promedio, los chilenos retrocedieron casi un año y medio en este indicador y las chilenas, un año. El estudio consideró el impacto en las muertes provocadas por la pandemia en 29 países. Para el caso local, se tomaron en cuenta los datos publicados por el ministro Paris cada mañana, no los del DEIS.
Entrevisté al investigador principal de este estudio (vea el detalle al final de este artículo), el mexicano José Manuel Aburto: “Para poner esto en perspectiva, en Chile la esperanza de vida en 2020 está en niveles todavía más bajos de los reportados en 2015. Lo que representa un retroceso en reducciones de la mortalidad, principalmente en adultos mayores de 60 años”, me dijo.
El paper, cuya versión completa en inglés pueden descargar aquí, está en etapa de revisión de pares y considera la información del año 2020, cuando aún Chile no comenzaba esta segunda ola de contagios, que ha alcanzado peaks todavía más altos que los registrados en el peor momento del año pasado.
Y este año, el exceso de fallecimientos es casi cuatro veces que la anotada en el mismo período en el año anterior. Es importante destacar que este índice solo muestra cuántas personas mueren por encima de lo esperado en un año normal, no las causas de su deceso. Sin embargo, los especialistas lo consideran una buena radiografía del impacto de la pandemia, tanto por muertes directas asociadas al COVID, como de las indirectas (por ejemplo, casos de gente que no se atendió a tiempo otras patologías por el colapso del sistema hospitalario).
Esta es la fotografía de exceso de muertes en lo que va de 2021. La base en azul es el promedio de las muertes inscritas por semana, entre 2016 y 2019, según datos del Registro Civil. En naranja, las inscripciones semanales en 2020. Y en verde, las inscritas en lo que va de 2021. La diferencia en lo que va 2021 es de 37% por sobre el valor promedio 2016-2019 y 23% más que el año pasado, en el mismo período.

Además, como es sabido, el promedio esconde abismantes diferencias entre comunas. En Cerro Navia, en lo que va del año, la diferencia de fallecidos por sobre lo esperado previo a la pandemia, es de 309%; en Estación Central, casi 70% más. En Vitacura, 19%.
Estas diferencias también se expresan en distintas regiones. Iquique y Punta Arenas registran casi un 80% más de muertes que lo esperado; Coronel, 81%; Puerto Montt, 73%; Osorno, 75%.
El cuadro a continuación, muestra las diferencias de fallecidos en lo que va de 2021 respecto de lo esperado.

Las medidas tomadas por el gobierno para contener la propagación del virus han sido ineficientes para detener el costo en vidas humanas, a pesar del éxito demostrado en el proceso de vacunación. La paradoja llevó esta semana a los diarios estadounidenses The New York Times y The Washington Post a decir que el caso chileno era una demostración de lo errado que es confiar solo en la vacuna como medida preventiva de la pandemia.
El exceso de muertes se ha producido en todo Chile, pero a nivel de regiones también hay diferencias significativas.

El investigador José Manuel Aburto me contó que su estudio revela que, para Europa, por ejemplo, el impacto de la pandemia equivalía al shock provocado por la Segunda Guerra Mundial y que en algunos países la caída ha sido aún mayor que para ese evento.
¿Cuánto tardarán los países en recuperarse de este efecto? Depende. En el mejor de los casos, el COVID-19 será un latigazo, un instante en la historia que pasará rápido. Pero, advierte, las segundas y terceras olas, las nuevas variantes del virus y las secuelas en la salud de quienes se han recuperado, atentan contra el optimismo.
(Los cálculos, gráficos y cuadros publicados fueron realizados por Marcelo Matus Acuña, PhD. en Ingeniería Eléctrica y en Computación).
José Manuel Aburto, Doctor en Salud y Demografía, investigador en la Facultad de Sociología de Oxford:
“Las secuelas del COVID-19 en la esperanza de vida son catastróficas”
¿Por qué es importante la “esperanza de vida”, qué muestra y cómo se calcula?
-La esperanza de vida es un indicador demográfico que resume el perfil de la mortalidad de un país durante un periodo de tiempo, generalmente un año. Indica el número promedio de años que un recién nacido viviría si las condiciones de mortalidad observadas en un año no cambiaran a lo largo de su vida. Al ser un indicador con este supuesto, no se debe interpretar como una proyección, sino como una fotografía de las condiciones en ese año. Su principal ventaja es que no está afectado por la estructura de la población, lo que permite comparaciones en el tiempo y entre distintos países y poblaciones. Es el indicador más usado para medir la longevidad.
¿Qué muestra el análisis de 26 países que hiciste con otros autores?
-Nuestro artículo muestra que el efecto de la pandemia ha sido catastrófico para la mayoría de los países. Encontramos que muchos países perdieron más de un año de esperanza de vida en 2020 con respecto a 2019. Para poner en contexto, estos niveles de pérdidas no los habíamos observado desde la Segunda Guerra Mundial en varios países o desde la caída de la Unión Soviética, en los países de Europa del Este.
¿Por qué incluiste a Chile en la muestra de 26 países?
-Porque me interesa incorporar a América Latina en los estudios de este tipo que, por lo general, siempre toman como muestra los países del hemisferio Norte. Chile, en la región, era el único país de América Latina para el cual existían datos sobre mortalidad por edad y sexo para el año 2020. Por eso no pude incluir, como hubiera querido, a México o Brazil.
¿Cuál es la situación de Chile? De acuerdo con el análisis que hiciste, ¿cuánto retrocedió Chile en esperanza de vida por causa de la pandemia?
-La esperanza de vida bajó 1,4 años para los hombres y cerca de un año para las mujeres. Para poner esto en perspectiva, la esperanza de vida en 2020 está en niveles todavía más bajos que los reportados en 2015. Lo que representa un retroceso en reducciones de la mortalidad, principalmente en adultos mayores de 60 años.
Según tu paper, los hombres retrocedieron más tiempo que las mujeres en esperanza de vida ¿A qué lo atribuyes? ¿Alguna hipótesis?
-Generalmente, los hombres tienden a tener menor esperanza de vida que las mujeres. Existen varias hipótesis sobre por qué sucede esto. Los hombres tienden a ser más vulnerables, menos propensos a adoptar una conducta saludable, acudir al médico, etc. Además, los hombres son más propensos a tener muertes por accidentes en edades jóvenes, así como muertes violentas. Hay otra hipótesis que se refiere a la genética, que supone que las mujeres tienen una protección doble al tener dos del mismo cromosoma. En cuanto a la pandemia, pues estas mismas hipótesis, se mantienen y se puede agregar que además ellos pueden estar más expuestos quizás por ocupación o profesión.
En Chile, como en otras sociedades desiguales, la esperanza de vida al nacer está fuertemente correlacionada con los ingresos y la vulnerabilidad socioecómica. El estudio que realizaste, ¿da cuenta de esta disparidad?
-La evidencia que existe respecto de Estados Unidos, un país con mucha desigualdad, sugiere que los grupos más vulnerables han perdido hasta tres veces más de esperanza de vida comparado con el promedio que se reporta a nivel nacional. Lamentablemente, los datos que se requieres para hacer este tipo de estudios son muy difíciles de conseguir. En el nuestro, solo consideramos los datos a nivel nacional.
¿Qué impacto tiene, desde el punto de vista de las políticas públicas, un retroceso en esperanza de vida de esta magnitud? ¿Cuánto tardaría un país como Chile en recuperar los avances logrado en el pasado?
-En el mejor de los casos, el COVID-19 es solo un shock temporal y la esperanza de vida subirá a su nivel normal siguiendo la trayectoria de incremento en corto plazo. Sin embargo, también es posible que las consecuencias de la pandemia se noten en el futuro tanto directamente en la población (por ejemplo por las secuelas de COVID-19 en el largo plazo o la capacidad mermada de los servicios de salud), como indirectamente (por ejemplo, la crisis económica puede que produzca más desigualdad y que los niveles de pobreza suban, lo cual es muy probable que se refleje en un estancamiento de la esperanza de vida).
Gracias Ale ❤️
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Me parece de suma importancia la transparencia de los datos para tener una real información y tomar las medidas que corresponda
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gracias por tu aporte a nuestro país.
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Muy interesante Alejandra, gracias. También es terrible pensar en más de 30.000 familias de duelo, sufriendo la pérdida de un familiar querido.
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