Por Paola Román.

Mi mami falleció de COVID el año pasado, el 19 de junio para ser más exacta. Fue todo tan rápido, tan doloroso, la cuidamos tanto; fue la mujer más esforzada que he conocido en mi vida. Su marido la dejó por otra mujer, la dejó con 4 hijos, el menor de solo 8 meses. Siempre viví con mi mami, mi tío y mi mamá, ellos dieron todo por mí.
Trabajó toda su vida para sacar adelante a sus hijos; sufrió mucho, uno eligió un mal camino, pero los otros 3 daban todo por ella. Hace 6 años falleció su hijo mayor, quien fue el que tomó casi el papel de marido; mi mami nunca rehizo su vida, siempre estuvo dedicada a sus hijos y luego a mí, su nieta mayor. Me hizo ser su quinta hija, no de sangre, pero sí de corazón.
Siguió viviendo conmigo y mi madre, con los años luego de perder a su hijo se empezó a enfermar, su mente la traicionó y olvidó muchas cosas. Yo me embaracé por segunda vez y no la pude seguir cuidando. Se fue donde su otra hija, donde alcanzó a estar 6 meses. Allá sufrió una caída, y la tuvieron que operar de su cadera. Todo bien, luego en un control en el hospital Sótero del Río se contagió.
Ni una semana alcanzó a durar. No nos despedimos, no nos abrazamos, no pude hacer nada de lo que le prometí. Un funeral solo conmigo, mi madre y dos de mis primos, ya que todo el resto de mi familia estaba contagiada. Ella no merecía irse así, sola; le agradezco a los vecinos que salieron a su cuadra a despedirla, pero ella merecía más, mucho más.

Ese Hospital Sótero del Río, una vez más, su personal en UCI NO es el más preparado, me gustaría saber a cuántas personas nos habrán entregado en un cajón por COVID.
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