Por Víctor Hormazábal Toledo

Cómo empezar … Perdimos a nuestros padres en 24 horas, un 2 y 3 abril del 2021. Sus nombres eran Mario Hormazábal Hormazábal y Mercedes Toledo Correa, ambos de la 3a edad (81 y 79 años respectivamente).
Tenían sus 2 dosis de vacuna (Sinovac) pero se contagiaron 7 días después de recibir la segunda dosis… Es como correr un maratón con ellos y que a falta de metros de la meta se cayeran. Ha sido terrible su ausencia, y sin ellos, tener que volver a empezar nuestras vidas…

Mi Viejo Roble
Mi Viejo Roble. La vida de mi papá no fue fácil. Él no conoció a su padre y quedó huérfano a los 7 años. Su crianza se la dieron tías y mujeres que lograron brindarle el amor maternal que le privó la vida. Comenzó a trabajar de niño: repartía viandas que cocinaba la “Nana Maruca”, quien hizo de tutora y mamá de mi viejito. Estudió esforzadamente y logró terminar 4to medio pese a todas las dificultades que le puso la vida. Él, no tenía una pieza ni cama, dormía muchas veces en una especie de cuarto donde guardaban cachureos y su vida se desarrolló en la calle, donde formó un carácter fuerte, que le permitió sobrellevar la vida que el destino le puso. “Era un roble”, me decía un querido amigo del colegio; fuerte, duro, con una corteza que le permitió salir adelante pese a tener todo en contra.
Conoció a mi mamá a los 17 y de ahí comenzaron a forjar lo que hoy, es la familia Hormazábal Toledo.
Mi papá fue el mejor conmigo. Me regaloneó hasta el último de sus días. Me hizo dormir hasta casi los 15 años, y me sobreprotegió tanto, que siempre sentí la necesidad de estar cerca de él. Era el niño más feliz del mundo cuando me acostaba entre mis papás. Daría todo lo que no tengo por volver a sentir sus manitos en mi pelo haciéndome cariño, mientras mi mamá me calentaba mis patitas heladas y me rascaba la espaldita. No sabes cómo quisiera sentir tus manitos haciéndome cariño mientras me cantabas “mi niñito regalón pom po pom”, mientras yo tocaba tu cabecita calva.
Mi viejo Roble, lleno de cortezas, tenía en su interior un corazón gigante. Su primera caída de corteza la vi a mis 10 años. Nunca lo había visto quebrarse; me contó que cuando tenía 10 años, una señora para Navidad le regaló un autito usado, de juguete. Era la primera vez que alguien le regalaba un juguete. Mientras me contaba le caían lágrimas; era la primera vez que lo veía llorar. Una parte de su corteza se desprendió y dejó ver su lado más profundo y humano.
Él, todos los días se levantaba a prepararme desayuno para ir al colegio. Era su niñito regalón, su conchito, su guagua: su Víctor Manuel. Siempre seré su niñito regalón…
Cuando partí a la Universidad se despidió de mí entre lágrimas y con voz entrecortada, fue la segunda caída de corteza y fue un golpe profundo para las dos. Nos separábamos y no podría verlo llegar a almorzar, ni trayéndome cositas ricas para la once; una parte de mí murió ese día al verlo llorar. El Roble perdía una parte importante de su corteza en esa despedida.
Trabajó hasta los 80 años sin descanso. Fue siempre un hombre preocupado que daba todo por nosotros. El daba su vida por sus hijos y familia. No se imaginan todo el amor que tenía para darnos. Amaba a sus hijos y nietos con el alma y se esforzó hasta el final para darnos todo el amor paternal que él no tuvo.
Hoy te tocó partir a descansar. El Roble, ya sin corteza, mostró su verdadera identidad: un hombre con un corazón y amor inigualables. Sé que desde arriba nos estás cuidando y me estás dando la tranquilidad necesaria para intentar al menos, ser un poco como tú. Me dejas la vara impresionantemente alta, porque es imposible llegar a ser así de bueno como tú, así de cariñoso como tú, así de perfecto como tú. Fuiste único e irreemplazable. Cuida a tus nietos desde arriba viejito, te aman y te adoran. Maxi y Emilia ahora tienen el mejor de los ángeles a su lado. Gracias por ser el mejor papá del mundo y ahora descansa en paz. Ve con tu mamá y tus viejitas, y espérame con la camita abierta cuando sea mi día de partir. Quiero que tus brazos y manitos me esperen allá arriba. Te Amo Papito.

Mi Veterana
Mi veterana. Mi viejita. Mi vieja de mierda. ¿Por qué? Yo te quiero acá, conmigo. No merecías irte así. La iglesia debería rebosar de gente que te conocía. Nos quedamos sin tus hojuelas, tus plantas, tu pan de pascua, tus tejidos a crochet, tu albahaca, tus mermeladas y cientos de cosas ricas que hacías.
¿A quién llamo para que me cuente sus achaques?, ¿a quién llamó mientras paseo a la Emilia? A ella le gusta regar plantitas igual que a ti ¿lo sabías, cierto? Cada vez que la vea te veré a ti, al lado. A tu Maxito le gusta cocinar ¿lo sabías? Te veré al lado de él mientras cocina sus galletitas. Te amaban mucho mamá. Te amamos mucho.
Estuvimos dos años peleados sin hablarnos y ahora que estábamos tan enamorados y felices, este virus de mierda te lleva para siempre junto a mi papito. Tenías que ir a retarlo allá arriba ¿cierto? Recordarle que se tome los remedios o que saque a pasear a la Princesa. Ella te extrañará; fue tu última hija, regalona y fundida cómo lo fui yo contigo.
Siempre me decías que nunca me veías grande, que siempre me veías de niño. Todos se reían y yo les decía que era porque nunca asumiste que yo crecí. Lo que nunca te dije es que yo también siempre me sentí niño contigo. Cada vez que iba a verte soñaba con acostarme contigo en las mañanas y sentir tus patitas calentitas junto a mis patitas heladas, ¿te acuerdas cómo me decías con voz guagualona “patita patita patita”’? Yo siempre me sentí ese niño contigo, nunca asumí que crecí, y en el fondo siempre te necesitaba a ti y a mi papá para seguir.

Me encantaría decirte que voy a estar bien, pero no sé cómo. Necesito escuchar tu voz, necesito pelear contigo, ¡¡Necesito enojarme contigo!! Necesito saber que estás (para variar) hospitalizada porque te caíste. Siempre recuerdo una vez que estabas en urgencia y no te podían encontrar por ninguna parte. Como de costumbre, el hospital estaba colapsado y tú no aparecías por ninguna parte, hasta que al final te encontraron dándole comidita a una abuelita que estaba peor que tú. Dentro de todo lo “cagá” que estabas, te diste el tiempo de ayudar a otras personas. Y así fuiste siempre, preocupada por mí y los tuyos; siempre prendiendo velitas a San Cayetano por todos los demás, y apadrinando a cuánta persona podías. Fuiste la madrina de muchos quienes ahora te recuerdan con amor y cariño. Al igual que mi papá, tenías un corazón gigante.
¿A quién voy a molestar ahora?, ¿a quién le haré bullying ahora?, ¿a quién llamaré el 1º de septiembre por pasar agosto?, ¿a quién llamaré el 16 de septiembre por Nuestra Señora de los Dolores? Viejita linda te voy a extrañar mucho. Creo que todos los “te amo” que te dije la última vez que te vi no son suficientes para cuantificar el amor que no sabía que te tenía.
Eras una «vieja de mierda”, pero eras MI VIEJA DE MIERDA.
El otro día antes de venir a Curicó, mientras estaba en el baño, colocaron una canción a todo chancho: Gigante Chiquito de Sergio Denis. Era la canción que me dedicaste. En ese momento ya sabía que te estabas despidiendo. Pero aun así, sabía que ibas a dar pelea y luchaste hasta el final, como lo hiciste durante toda tu vida. Fuiste una mujer trabajadora y madre abnegada; abuela maravillosa, que le entregabas amor a tus nietos. Cuida a tu negrito y a tu Emilia Correa. Quiero mirarlos y sentirte ahí, junto a mi papito. No me dejes solito mamá. Por favor dame la fuerza para darles el amor que se merecen. Trataré de darles el amor que tú me diste y recordarles siempre que tienen dos ángeles a su lado.
Prométeme que me tendrás la camita calentita cuando sea mi hora. Quiero volver a ser feliz como lo fui cada mañana junto a ti. Mientras, haré que tu recuerdo y amor perdure por siempre en los míos. Fuiste la mejor mamá. Siempre serás mi veterana.
Mucha FUERZA amigo, esta maldita enfermedad nos quitó a nuestra AMADA MADRE, hace 1 año cinco meses, 3 días, y 38 minutos, aún es como si fuera ese 27 de mayo de 2020 a las 11:45 horas. Refugia en tú familia todo el amor que te faltó entregar a tus padres. La familia siempre debe ser primero.
Me gustaMe gusta
Que grande lo que escribió Víctor H. T. dedicado a sus padres, creo que hace sentir el inmenso amor de ellos a Víctor y de Víctor a ellos. Que gran legado dejaron en Víctor a través de dulces momentos de familia. Estoy segura que Víctor es un maravilloso padre.
Me gustaMe gusta