Por Esteban Carroza

Mi abuela Magdalena del Carmen Espinoza López, falleció el 18 de agosto del presente año después de estar casi dos semanas en el hospital de Quillota, donde finalmente perdió la vida.
Ella fue madre de 4 hijos e hijas: Darwin, Nancy, Alicia y Marisol; Abuela de 6 nietos, Darwin, Camila, Barbara, Katalina, Antonella y Esteban; Bisabuela de 6 bisnietos, Agustín, Isidora, Emilia, Beatriz, Benjamín y Vittoria.
Mi abuela fue una mujer que quedó viuda el año 1986, después de que mi abuelo Agustín falleciera producto del cáncer. Posterior a eso, ella tuvo que asumir la tarea de ser la matriarca de nuestra casa, madre de sus hijos y amorosa abuela. Fue una mujer de empuje extraordinario que a pesar de la adversidad supo salir adelante, construyendo una familia que hoy la recuerda con tristeza.
Mujer de principios y valores ya casi olvidados por muchas personas en la actualidad; fue generosa, gentil, cariñosa, ordenada, empática, resiliente a la adversidad. Supo criar a varias generaciones con amor y cariño.
Su fallecimiento se produjo después de que comenzó a decaer su estado de salud un fin de semana de agosto, agravándose prontamente, por lo que fue trasladada al Hospital de La Ligua y posteriormente al de Quillota. Mi abuela no quiso vacunarse, porque “nunca se había vacunado contra nada”, decía ella; y eso a pesar de que intentamos convencerla de que lo hiciera. Esa fue una de las razones que pesaron a la hora de no asignarle de inmediato una cama UCI; además de sus 80 años, y una serie de enfermedades que arrastraba por años. Lamentablemente en el final, ella misma decidió no firmar los papeles para la intubación.
Falleció el miércoles 18 de agosto a las 6:40 de la mañana.
Lamentablemente, debido a las restricciones impuestas por protocolo COVID, que todos salvo Piñera deben cumplir, tuvimos que despedirla rápidamente sin poder velarla, sin poder vestirla y acompañarla de un rosario, ya que fue siempre una mujer muy devota.
Resulta muchas veces triste y desgarrador darse cuenta cómo, de la noche a la mañana, su vida se terminó. Ella muchas veces decía que quería vivir hasta después de los 90 como su madre. No se pudo. La tuvimos que despedir en una tarde gris que terminó en lluvia y viento.
Es un dolor que como familia compartimos con las miles de personas muertas por el COVID en Chile; familias que perdieron a uno o más seres queridos por la pandemia. Será un dolor que nos acompañará hasta nuestro final.
Por la misma razón de no poder despedirla con los ritos funerarios occidentales, es que hemos aprovechado cada oportunidad para recordarla. Aprovechamos el Día de la Condolencia y el Adiós, y ahora también, este espacio que ha creado Alejandra Matus y su equipo, del cual estamos agradecidos.
La memoria y el recuerdo son los lugares en los cuales nos reunimos una vez más con aquellos que han partido. En la memoria y en el recuerdo nos seguiremos reuniendo con nuestra amada abuela Carmen, cultivaste con mucho amor el campo de nuestros corazones y en ellos siempre crecerá tu recuerdo.